El tesón de las babosas
Una carretera de dos carriles con sus respectivos arcenes mide alrededor de ocho metros y, al ojo humano, una babosa sobre esa calzada es poco más o menos que una mierda. Me explico: una babosa parece tal cual un excremento animal sobre el asfalto.
Esto en Madrid no lo ves, pero cuando te calzas para correr atravesando las dehesas extremeñas (con cuestas mucho más pronunciadas de lo esperado) te da tiempo a ver ocas, vacas, tremendos cerdos, algún mastín tras una valla y ellas, las babosas. Yo las confundí de primeras con una mierda.
Pero, y gracias al desnivel inesperado de la carretera que une el embalse de Tentudia con Monesterio (en Badajoz, correcto), me dio tiempo a ver que esa mierda se movía. Poquísimo, pero se movía.
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Así que eran babosas, eso que yo apenas había sabido identificar como algo vivo, eran babosas. Los que surcaban la carretera cuando sólo estábamos bajo la lluvia eran esos moluscos viscosos, los animales de granja antes glosados, algún conductor con prisa y yo, que no se me ocurrió nada mejor que salir a correr cuando lo mejor que se podía hacer en Semana Santa por Badajoz era navegar.
Y eran muchísimas. Entiendo que la mayoría de ellas no sobrevive al viaje de cruzar la carretera una vez que la mañana arranca y eso se llena de coches. Como te decía, una calzada de dos carriles con sus respectivos arcenes mide alrededor de ocho metros y una babosa, en un día bueno, es capaz de avanzar unos cinco metros en total.
Vamos, que lo que a ti o a mí nos llevaría apenas unos segundos es una labor de muchísimas horas y un riesgo alucinante de morir aplastado si eres un molusco terrestre sin concha.
Pero en cambio ahí están, en movimiento. Tú y yo apenas percibimos su impulso mientras que ellas perseveran milímetro a milímetro a la intemperie. Yo, convencido de que eran una mierda, hasta que caí que eran animales que arrancaban un viaje alucinante de un lado a otro de una barrera monstruosa de piedra y alquitrán. Qué malo es no mirar a las cosas con la perspectiva correcta, caramba.
Desde mi punto de vista, avanzar menos de 10 metros al día te hace indistinguible de una mierda. Y hasta que no me fijo no me doy cuenta de mi error. Pero verás, sígueme en esta: desde mi punto de vista, dedicarle menos de un 4% del día al deporte es poco más que una mierda, pero luego me fijo y veo que ese tiempo ridículo ha sido suficiente para forjarme hasta lo que soy hoy.
El tesón no brilla, no es luminoso, ni rápido. El tesón es como una babosa: casi siempre es una mierda hasta que te fijas y ves que, en contra de lo que estabas pensando, aquello se mueve. Tiene impulso, ritmo y es un viaje de la hostia.
Siempre que pensamos en el tesón y el empeño nos vienen a la cabeza imágenes nobles y bellas. Porque lo que visualizamos es el resultado. Piensa ahora en el proceso. Pues efectivamente, el proceso es una mierda hasta que lo miras con detalle. Y entonces es una babosa, que parece que no, pero se mueve.
Ir a Badajoz a comerse el desayuno perfecto
El Galaxia es un restaurante. A ver, empiezo otra vez. El Galaxia es una marisquería. No tampoco. El Galaxia en Badajoz es como ir a comer al fuselaje de una nave espacial en la que cocinan lo mejor del cerdo y las criaturas del mar. Esto mejor.
Mira, no sé, yo tenía muchas ganas de venir aquí para probar sus chuletas de cabrito en tres preparaciones distintas y estaban todo lo buenas que cabía esperar. Desnudas, bañadas en huevo y empanadas. Una de cada y a cada cual mejor que la anterior.
Pero a mí, que tengo predilección por los desayunos, lo que se me ha quedado en el paladar es el plato generoso de huevos fritos con jamón ibérico y patatas fritas que compartimos de entrante.
Voy a tardar un rato en pensar una combinación mejor como desayuno perfecto para el resto de días de mi vida. Por que a ver, ¿qué se te ocurre mejor para arrancar un día impecable que esos tres ingredientes sobre un plato grande con un café y un periódico a su vera?