Sé que esta semana es complicado parar un momento. Sé que va todo a un ritmo un poco atropellado quizá, pero hazme el favor de buscar un segundo y localizar un espejo. ¿Lo tienes? Mírate. Estás guapísimo, estamos todos muy guapos durante el funeral del verano.
No hay muchos días como estos a lo largo del año, es un milagro al que prestamos poquísima atención porque estamos normalmente ya demasiado pendientes de enfadarnos en uno de los primeros atascos del curso.
Vamos a repasar juntos: la mayoría acaba de volver de vacaciones, nos reencontramos después de unas semanas de buen descanso y placeres; además el tiempo todavía es amable y los días siguen siendo largos. Tenemos en la cara el rastro de la paz, el sol y el gazpacho. Estamos todos muy guapos ahora que nos volvemos a ver. Y no le estamos dedicando la atención suficiente, ni lo estamos celebrando.
Ahora que el verano se nos muere parece que manda la pendiente que nos mete en el Teams y la agenda infinita de reuniones y se nos olvida de golpe que estamos bellísimos y que el momento es casi perfecto por que ya se puede dormir por las noches con la brisa y sin el aire acondicionado y todavía amanece prontito.
Así que venía yo hoy aquí a las postrimerías del verano a pedirte un par de cosas, realmente tres, antes de que se nos muera del todo este instante de belleza.
De la semana pasada a esta el número de coches que atora Madrid se ha multiplicado de forma atosigante y la ciudad ha perdido ritmo mientras que ganaba en ruido. Y me temo que vamos a empezar a coger atajos. No lo hagas: sé amable con todos. Sé amable siempre con quien te descubre. Saluda, pregunta, mete pausa y escucha.
No seas otra persona gris y hostil más en la vida de los que te van a conocer pidiendo un café, arrancando un proyecto, junto a las taquillas del polideportivo o del otro lado de un mantel o una barra. Frena, sonríe y sé amable con todos.
Con todos, amable. Contigo sé exigente. Ya, ya sé que ya lo eres. Pero un poco más. El curso pasado te mantuviste recto frente al espejo y salió bien. Métele ahora medio giro más al esfuerzo a ver qué pasa. Es el momento de recuperar el impulso en las rutinas y yo, como cada año, apuesto por ser minucioso con todo lo que se conjuga en primera persona del singular.
Luego, si hace falta, hablamos de matices, pero de lo que se trata es de ser severo cada día, de mantener tensa la cuerda. Lo que hace un año era un esfuerzo hoy es ya rutina, por eso yo me pido un poco más, porque lo del curso pasado ya no es suficiente.
Y ya paro, pero me queda una. Esta es fácil si te encajan la primera y la segunda. Con todos, amable; contigo, exigente. Viene la más gratificante: con los cercanos sé el aliento y la inspiración. Alguien está mirando cuando te esfuerzas y ve el camino despejado si tú lo logras. A alguien también le viene bien escucharte que se puede para animarse. Sé esa persona ahora que, además, está guapísima.
Pedir pizza para compartir
Cuando ya era casi de noche y habíamos acabado de cenar te vi sentada junto con Daniela en el escalón que sirve de portal a Pizza Pronto contando los perros que pasaban por la calle Santa Feliciana. Me quedé mirando para no perderme un detalle de ese momento feliz.
Tú y yo, que no cenamos nunca, esa tarde compartimos unas pizzas, paseamos por Chamberí y nos esforzamos en hacer eterna la última bisagra del verano en la que estamos más guapos que nunca.
Le debo este aldabonazo de belleza a Joaquín y a Timi, que son los que saben amasar muchos de mis momentos felices y cotidianos. Joaquín y Timi, que encienden el horno en Alma Nomad Bakery ahora cuidan de un fuego nuevo en Pizza Pronto, su nuevo local unos pasos más abajo en la misma calle.
No te voy a decir si están buenas o no las pizzas, ve a probarlas y me lo cuentas tú. Para mí todo lo que hacen Timi y Joaquín rima sobre las mismas sílabas: son siempre generosos de la misma forma que uno es generoso con su hogar, con la familia.
Además hornean con dedicación orfebre los sabores y las texturas que nacen con la harina. Pero, sobre todo, consiguen que, alrededor de sus dos hornos ya, nos arremolinemos una comunidad informal y feliz de personas que nos conocemos por nuestro nombre y estamos dispuestos a compartir el pan. No sé cómo lo hacen, pero los espacios que son los de Timi y Joaquín es como si fuesen un poco también nuestra casa.