El dolor que llega después
Hay facturas que pagas al momento y otras que tardan uno o hasta dos días en llegar. Hay facturas que las pagas en el momento y otras que, además de llegar tarde, echas un par de jornadas o tres en quitártelas de encima.
Hay dolores con los que pasa lo mismo, que en el momento en el que te rompen lo hacen en silencio y no avisan. Y luego, a la mañana, amaneces tieso como una corona de espino: duele en cualquier dirección en la que te intentes escapar.
Efectivamente, he pasado unos días con unas agujetas que no recordaba; unos días con un ramillete de dolores ridículos pero persistentes. Estas agujetas tienen todos los ingredientes de una lección a no olvidar: nunca estás tan bien como parece, todos tendemos a acomodarnos. Y luego pasa lo que pasa.
Yo, que corro a diario, que entreno además varios días a la semana y combino distintos deportes, amanecí el sábado (y sobre todo el domingo) con la movilidad de un click de Playmobil. ¿Y eso por qué? Pues porque uno se pone cómodo rápido en lo que se le da mejor y se olvida de probar, de descubrir, de salir a donde pega el viento del fastidio.
La única forma de olvidarme de las agujetas ha sido enfrentarme a ellas; poner el cuerpo entero en movimiento y perseverar hasta que se han ido disolviendo en el ejercicio y el esfuerzo. Han durado los días suficientes como para saber que las agujetas dejan de doler cuando les plantas cara con más movimiento.
No descarto que esto también sea una enseñanza, ojo. Mira, una mala hora haciendo un deporte nuevo y dos lecciones que nos llevamos: hay que seguir aprendiendo siempre retando los límites y al dolor se le combate con esfuerzo. Si lo llego a saber voy a antes a colgarme como un mono de una barra.
Un buen mixto y un estupendo café
La mayoría de los mixtos de Madrid son ahora mediocres y se llaman bikinis. Pero tampoco me interesa mucho ese debate sobre el tipo de pan, lo de quitarle los bordes o si ese polímero industrial con el que lo rellenan en muchos sitios de moda es suficiente como para meter a sus responsables en la cárcel.
A mí si un sandwich de jamón y queso me gusta me da igual cómo se llame y vengo aquí a contarte que el de Junior´s Coffee me encantó. A Junior lo conocimos en Paprika hace años y ahora regenta un estupendo café de barrio por Arturo Soria al que no llegan en manadas los caza stories.
Sólo por el mixto y la calma, ya es un lugar estupendo, pero es que además Junior tiene una mano excelente para preparar café y probamos en su local un batch de esos que te ponen un sábado a tono. La vida más allá de Chamberí florece, a ver si no pisoteamos el jardín.